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OPINIÓN | Hasta en las mejores familias

  • Foto del escritor: Alex Hernández
    Alex Hernández
  • 21 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

La atención del morenismo ha sido robada por el congreso, siendo este poder quien ha marcado la pauta de lo que más se conoce hasta el momento del partido oficialista, opacando el buen arranque de sexenio de Claudia Sheinbaum e incluso, las acertadas decisiones de su dirigente nacional al recorrer, desde los primeros días, el país, buscando sumar militantes.


Corría el año 2000, en la radio se escuchaba A puro dolor de Son by Four, el cine abarrotaba las entradas con -la única y verdadera película para mí- del Gladiador y la selección mexicana… seguía sin cosechar grandes logros -como hasta ahora- desde esa legendaria confederaciones del año anterior.

 

Sin embargo, el hito verdaderamente importante se encontraba en la televisión, ya que un programa disruptivo, incoherente y polémico, acaparaba la atención de las pantallas chicas: Hasta en las mejores familias. Programa conducido por Carmen Salinas, se convirtió en un talk show, que si bien no era el primero en la televisión mexicana, sí era el más bizarro que se ha llevado a cabo hasta el momento. Episodios como “En mi familia todos son gays” o “Mi vecino hizo tacos con mis perros”, aunado a personajes freakys como Drácula, hombres lobo o un extraterrestre, marcaban la pauta de este producto audiovisual que más tarde sería cancelado por la Secretaría de Gobernación debido a su contenido.

 

Y lo verdaderamente llamativo eran los creativos casos que se escribían -uno más alocado que el otro-  a partir de modelos clásicos de la típica familia mexicana, que terminaban con jalones, empujones y hasta puñetazos, haciendo que Carmelita Salinas no solo fungiera como conductora, sino como referee a la hora de las batallas campales.

 

 

 

Hace tan solo unas semanas, el Congreso de la Unión acaparó la atención, y no por el apresurado trabajo legislativo que está teniendo, sino por la reyerta inesperada entre dos líderes del oficialismo: Adán Augusto López y Ricardo Monreal, figuras políticas del morenismo actual, ex precandidatos a la presidencia de la república y ambos, presidentes de las juntas de coordinación política de las cámaras. Con núcleos de poder interesantes y líneas políticas que parecen ir juntas, pero no revueltas.

 

El hoy senador de la república, Adán Augusto López, acusaba al hoy diputado federal, Ricardo Monreal, de opacidades en el senado cuando él fue líder de la bancada morenista en dicho congreso, lo cual desató una serie de declaraciones que atizaría el fuego de lo que con anterioridad se especulaba: una fractura partidaria después de la salida de López Obrador.

 

Ante esto, se habla de la intervención de la misma Presidenta para apaciguar las aguas, pero siendo la Secretaria de Gobierno, Rosa Icela Rodríguez, la que pondría un alto a las trifulcas entre ambos líderes, dejando como prueba una foto en la que mostraba a una Rodríguez como conductora y referee de este talk show político mexicano.

 

La atención del morenismo ha sido robada por el congreso, siendo este poder quien ha marcado la pauta de lo que más se conoce hasta el momento del partido oficialista, opacando el buen arranque de sexenio de Claudia Sheinbaum e incluso, las acertadas decisiones de su dirigente nacional al recorrer, desde los primeros días, el país, buscando sumar militantes.

 

Puede ser un choque de egos o simplemente la testosterona que parece elevarse semana a semana en el Congreso, pero la agenda seeting, ha dejado en el colectivo la idea de una fractura partidaria, un cauce poco claro y la generación de tribus dentro de Morena, algo que cierto o no, no está siendo disipado de la manera correcta debido a las múltiples versiones, declaraciones y narrativas. Porque mientras la comunicación del ejecutivo se esfuerza por volver a unificar la imagen del partido, aclarando que fue un simple disentimiento de ideas ya resulto; por otro lado, la comunicación del partido quiere lavarse las manos dejando claro que no solaparán a nadie en caso de violar sus estatutos morales. Además de que los personajes involucrados, siguen lanzando buscapiés uno al otro, mostrando rencillas no del todo sanadas.

 

Una comunicación que no se unifica, trae consigo una crisis, innecesaria debido al gran momento político que se traviesa, pero entendible debido al alejamiento de la figura política máxima, siendo que el liderazgo repartido resulta en peleas de poder y egos sensibles.

 

Lo verdaderamente cierto son dos cosas: esto sucede hasta en las mejores familias y… ¿Por qué la Secretaría de Gobierno nos tiene que quitar los mejores espectáculos?

 

     

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