Emprender siendo madre en México: entre la vocación y la falta de apoyo estructural
- Claudia Galguera
- hace 2 días
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Según datos del INEGI (Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo -ENUT- 2022), más del 70% de las mujeres mexicanas trabajadoras también realiza tareas domésticas no remuneradas, lo que amplía considerablemente su jornada laboral. Y si bien muchas de ellas han optado por emprender como una vía para tener mayor flexibilidad, lo cierto es que esa “libertad” termina, en muchos casos, por traducirse en doble o triple carga de trabajo.

Ser madre en México y al mismo tiempo emprendedora es un acto de resistencia y determinación. En un país donde las políticas públicas han avanzado poco en cuanto a la conciliación entre el trabajo y la vida familiar, las mujeres que deciden iniciar un negocio cargan no solo con la responsabilidad de generar ingresos, sino también con el cuidado casi exclusivo del hogar y los hijos. La maternidad productiva existe, pero sigue siendo ignorada en los diseños institucionales y económicos.
Según datos del INEGI (Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo -ENUT- 2022), más del 70% de las mujeres mexicanas trabajadoras también realiza tareas domésticas no remuneradas, lo que amplía considerablemente su jornada laboral. Y si bien muchas de ellas han optado por emprender como una vía para tener mayor flexibilidad, lo cierto es que esa “libertad” termina, en muchos casos, por traducirse en doble o triple carga de trabajo.
Además, solo el 24% de los apoyos a emprendedores en México llegan a mujeres, de acuerdo con el informe “Mujeres y Emprendimiento” de la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresa (AMMJE, 2022). Esto implica que las madres emprendedoras enfrentan un doble reto: el financiamiento desigual y la ausencia de redes de apoyo para el cuidado infantil.
Mientras países como Francia, Suecia o Canadá ofrecen licencias parentales compartidas, guarderías subsidiadas y créditos fiscales a madres empresarias, en México las políticas públicas parecen ignorar que emprender desde la maternidad no es un capricho, sino una necesidad de supervivencia económica y desarrollo personal.
Organizaciones como ONU Mujeres y la CEPAL han insistido en que los Estados deben garantizar infraestructura para el cuidado infantil y financiamiento inclusivo, si realmente se quiere construir una economía con igualdad de género (CEPAL, 2023). Esta visión no solo es ética, sino también estratégica: empoderar a las madres emprendedoras tiene efectos positivos en el desarrollo local, la innovación y la generación de empleo.
Por otro lado, en lo cotidiano, muchas de estas mujeres construyen sus propias redes: se apoyan entre sí, crean círculos de venta comunitaria, comparten espacios digitales y se recomiendan clientes. En esa sororidad también hay una política alternativa, una forma de enfrentar el vacío institucional.
Como país, tenemos una deuda pendiente con las mujeres que deciden no renunciar ni a sus hijos ni a sus sueños profesionales. Garantizarles acceso a financiamiento, a tiempo de calidad y a políticas públicas sensibles al género no es un lujo: es una urgencia.
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