CINE: Babygirl / Una pequeña confusión / Mufasa
- Josué Cinéfago
- 30 dic 2024
- 7 Min. de lectura
El Entremés
⋆ ⋆ ⋆ (sobre 5) Vale la pena
No sé qué crema usa Nicole Kidman pero yo quiero un poco. En plenos 57 años interpreta a Romy, una alta ejecutiva que comenzará a tener una aventura con el becario Samuel (desabrido Harris Dickinson).

La primera mitad de Babygirl nos presenta a Romy como una mujer en pleno dominio de su trabajo, su familia y de sí misma, casi imperturbable; hasta que comienza un juego de rol con Jacob, donde ella es la que obedece, una “buena chica”, doblegándose a las órdenes de él, lo que le genera una atracción y placer casi adictivos, peligroso, y por lo tanto excitante.
Si ya en 1999 (hace 25 años) Kidman nos ofreció uno de los topless más sensuales del cine en Ojos bien cerrados, aquí no sólo lo repite, sino que agrega mayor sensualidad y lubriques, donde Romy arriesga todo lo que ha conquistado, para dejarse llevar por sus más básicas pasiones y más profundas fantasías, aunque después pareciera darle miedo a la película explorarlas.
El problema también es su coprotagonista, potente al inicio, pero irregular en su tono para seguir el juego, mostrándose a veces dictatorial, y otras más un neófito. Por momentos controlador, a veces medio bobo, y con un sex appeal que está lejos de Kidman, quien técnicamente se lleva toda la peli.

Eso, y la trama misma, pues nunca se siente la tensión de Romy al ser chantajeada por Samuel de poder perder su empleo, ni tanta tensión cuando Samuel confronta al esposo de Romy. Se trata de aderezar la trama con una hija medio rebelde pero que no aporta mucho, y una empleada que se dará cuenta de todo, pero que preferirá mantener el ideal feminista antes que su interés personal.
Al final quizá Romy siempre tuvo el control del juego, pues ahora sin su asistente estrella, sin su “becario”, inmune a los chantajes y con un matrimonio restaurado, pareciera tener más poder (y placer) del que ya tenía, consiguiendo e-x-a-c-t-a-m-e-n-t-e, lo que deseaba.
Se puede ver en Cinépolis y Cinemex Macroplaza
El Plato Fuerte
⋆ ⋆ ⋆ ½ (sobre 5) Vale la pena
Aunque la sinopsis dice que está basada en hechos reales, Una pequeña confusión plantea una comedia de enredo en la que Lola y Cuau, una pareja progresista de clase media, e Iñigo y Majo, un matrimonio joven, conservador y adinerado, por errores de la clínica tendrán el hijo de la pareja opuesta.
La cinta está plagada de un sinfín de clichés que tenemos de la clase media y alta en México, muchos producto del prejuicio y quizá otro más reales. Pero como en todos lados se cuecen habas, resulta que hay una cinta danesa de 2023 llamada Cambio de bebés, que técnicamente va de los mismo, donde pareja clase media y pareja clase alta enfrentarán sus diferencias con el mismo problema. Es más, este 2024 tuvo una secuela con Cambio de bebés 2, donde resulta que no hubo dicho intercambio y deciden convivir y criar a sus hijos como una gran familia. Ambas disponibles en Netflix. Así que no nos asombremos si hay secuela de esta versión mexicana.

Regresando a Una pequeña confusión, de inicio planeta la presión social de tener hijos, sobre todo cuando al reloj biológico de la mujer se le comienza a acabar el tiempo, o cuando la familia pide un heredero nuevo para continuar el linaje, o los amigos un ‘sobrinito’ porque ya les toca o ya se tardaron; y es que muchos jóvenes hoy en día dicen no querer hijos, pero en el fondo o ya con el tiempo, se dan cuenta que quizá sí. O de plano no.
El otro tema es la inseminación artificial como una opción de fertilidad, que en la cinta se ve como algo fácil y accesible, que pega a la primera, pero en realidad es un proceso largo y costoso que muy pocas parejas (o madres) podrían costear[1]. Quizá la cinta pudo ahondar un poco más en eso, pero como no es su objetivo, será el simple pretexto para confrontar a las dos parejas disparejas y de paso, plantear en dónde radica la verdadera paternidad y maternidad.
Algo parecido ya lo hizo el maestro Hirokazu Koreeda con su entrañable cinta De tal padre, tal hijo (2013), pero como en México tropicalizamos todo, aquí las diferencias de clase se abordarán a la mexicana: Lola (torrencial Ana de la Reguera) es una profesora universitaria que enseña feminismo y educación sexual, sacando los gastos diarios, mientras Cuau (versátil Cristo Fernández) es un artista que atraviesa un bloqueo creativo, o sea, no chambea. Por su parte Iñigo (tolerable Juanpa Zurita) es el tercer hijo de un linaje de abogados con un superdespacho, y Majo (hodierna Vico Escorcia) una señora de las Lomas.
Las diferencias de clase e ideología se hacen evidentes por ejemplo en el vestuario, Lola y Cuau más sustentables y vernáculos, mientras que Iñigo y Majo modernos y casi siempre formales. Cuando por fin deciden hablar entre los cuatro, la casa de Majo e Iñigo desparrama acaudalamiento, lo que para Lola y Cuau fácil podría ser un multifamiliar. Hay un desacuerdo sobre la palabra cuerpa y un chiste clasista sobre Alexa. Mientras les ofrecen una tabla de quesos y carnes, los otros dicen ser vegetarianos, hasta que Lola se descubre comiendo embutidos; pues al final, qué somos sino nuestras propias contradicciones.

Como Lola está embarazada de Iñigo, deciden conocer cómo es dónde vive con Cuau, y pese a que vemos su cara de asombro y casi desdeño a un lugar reducido, compartido y lleno de gatos, deciden seguir conociendo a Lola y Cuau y compartir tiempo y experiencias juntos: una clase de yoga, charlas sobre su sexualidad como pareja, una salida al parque, e incluso asisten a un alumbramiento natural; algo un poco probable, pero que se sostiene bajo la idea que discutirán el método en que tendrán a los hijos, si en clínica o con una partera.
Resulta que Iñigo comparte tiempo con Lola y Cuau con Majo, y hasta pareciera que comienza a surgir un cuadrilátero amoroso, pero todo esto sirve para desarrollar una serie de situaciones cómicas que deja entredicho las diferencias de las dos parejas, pero, sobre todo, cómo vive Cuau e Iñigo su masculinidad y visión de la paternidad.

Y es ahí donde vienen los problemas, pues tras un baby shower, una sesión de fotos a la que Lola y Cuau le dan un toque más natural, y tras la propuesta de que los niños nazcan en EU para tener doble nacionalidad, comienzan los desacuerdos, choques de punto de vista y hasta una que otra verdad, donde los 4 irán reconociendo sus carencias y lo que quizá envidian o detestan de los otros, de sus parejas o de sí mismos. Una sátira de cómo chairos y fifís quizá en el fondo, en esta comedia llamada México, a la hora de la hora, comparten más de lo que creen.
No es quizá la mejor comedia mexicana, pero resulta entretenida, divertida y hasta con uno que otro apunte de clase sobre cómo viven las parejas hoy en día la maternidad-paternidad. Destaca la buena edición de la película, tiene ritmo y variedad de planos. Mención especial a la musicalización con rola de los 80 remasterizada, pero con otros tracks más originales que ni Shazam pudo identificar, y gran momento de risa la parodia-homenaje a una escena emblemática de La Rosa de Guadalupe. Y es que por muy progres que seamos, en el fondo sí se antoja una familia tradicional, católica panista. O no.
Se puede ver en Cinépolis y Cinemex.
El Postre
⋆ ⋆ ⋆ ½ (sobre 5) Vale la pena
Nadie lo pidió, pero tras el éxito en taquilla de la versión live action de El Rey león (2019), llegó a salas Mufasa: El rey león, precuela de la infancia del papá de Simba, donde las tragedias y retos forjarán su carácter como futuro rey de Milele, pero sobre todo de cómo surge Scar y su rivalidad con él (explotando el recurso visual a modo de premonición de Mufasa a punto de caer y Scar sosteniéndolo con sus garras).

La cinta usa una fórmula ya muy sabida pero no por ello menos efectiva: huérfano que es marginado expondrá su valor y destreza, y que junto con otros rechazados igual que él, demostrará que el liderazgo es algo que se gana y no que se hereda.
Por su parte los antagonistas son un grupo de leones blancos como espectros, comandados por Kiros (con voz de Mads Mikkelsen en idioma inglés, ufff), quien considera que el ciclo sin fin es una frivolidad, y que más que una manada, él necesita un ejército, pues en esta ley de la selva sólo existe presa y depredador.
Rafiki es la voz narradora de esta historia, y la guía espiritual a modo de coach en el camino de Mufasa, a quien alienta diciéndole que más que un rey, lo que necesita el reino animal es un sueño en el cual creer, pues a veces un sueño es lo único que hay; y con frases como: “El ojo no olvida lo que el corazón ha visto”, “Los ayudaste a ver lo que ellos no veían” o “no es los que eras, sino en lo que te convertiste”. Eso y la ayuda de un deus ex machina que cimbra la tierra a su favor.

El interés amoroso de Mufasa se convierte en una especie de dos leones y un camino, pues Mufasa y su hermanastro Taka están enamorados de la misma leona, Sarabi. Las canciones no pueden faltar, unas más memorarles que otras, como tampoco Timón y Pumba con su escatológico humor, quienes pasan de cantar Hakuna Matata a Hakuna Mufasa.
Sin duda del 2019 a 2024 la mejoría de la animación es bestial, dándonos paisajes muy bien detallados, texturas, colores y escenas tan dinámicas como entretenidas, no por eso menos artificiosas. Aun así, Mufasa debutó en taquilla con $122 MDD globales, lejos de los $160-$180 MDD esperados. Su esperanza es el periodo vacacional, y si no, Mufasa habrá muerto dos veces, una en garras de Scar, y otra en taquilla.
Se puede ver en Cinépolis y Cinemex.
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