La trampa de la dismorfia financiera
- Claudia Galguera
- 7 jul
- 3 Min. de lectura
La dismorfia financiera tiene un fuerte vínculo con el estilo de vida digital. Según un estudio de Credit Karma (2023), el 40% de los millennials y generación Z admiten haber gastado dinero que no tenían para “seguir el ritmo” de lo que ven en redes. Desde vacaciones que terminan en deuda, solo para tomar la foto perfecta y subirla a redes, hasta autos, gadgets y ropa de marca comprados a crédito, la necesidad de pertenencia visual se está convirtiendo en un riesgo económico.

No es una novedad que, en esta era de las redes sociales, donde los estilos de vida “perfectos” se muestran en cada historia de Instagram o video de TikTok, muchas personas—especialmente jóvenes—están comenzando a vivir una realidad peligrosa: la dismorfia financiera. Este concepto, cada vez más discutido por psicólogos y economistas conductuales, describe la distorsión entre lo que una persona gasta o aparenta económicamente y su verdadera situación financiera.
Al igual que la dismorfia corporal, la dismorfia financiera es una forma de autopercepción alterada, donde alguien cree que debe verse, vestirse, gastar o vivir “como los demás” para validarse, aún si eso significa endeudarse, ocultar carencias o autoengañarse. Y este fenómeno, silencioso pero común, está empujando a miles a vivir muy por encima de sus posibilidades.
Redes sociales: el caldo de cultivo
La dismorfia financiera tiene un fuerte vínculo con el estilo de vida digital. Según un estudio de Credit Karma (2023), el 40% de los millennials y generación Z admiten haber gastado dinero que no tenían para “seguir el ritmo” de lo que ven en redes. Desde vacaciones que terminan en deuda, solo para tomar la foto perfecta y subirla a redes, hasta autos, gadgets y ropa de marca comprados a crédito, la necesidad de pertenencia visual se está convirtiendo en un riesgo económico.
El psicólogo Brad Klontz, experto en finanzas conductuales, advierte que las redes sociales están “reconfigurando la forma en que entendemos la riqueza”. Lo que se muestra como éxito muchas veces no es más que una fachada financiada con tarjetas, préstamos personales o planes a meses sin intereses, que pueden acumularse y comprometer la estabilidad financiera a largo plazo.
Vivir aparentando
En México, más del 56.7% de los hogares tienen algún tipo de deuda (INEGI, 2023). Y aunque no todas son producto de consumismo, sí hay un patrón creciente: el gasto aspiracional. Comprar lo que se “ve bien” y no lo que se necesita.
La dismorfia financiera no solo afecta el bolsillo, sino la salud mental. Según un informe de BBVA Research (2022), el 63% de los mexicanos reporta sentir estrés o ansiedad por su situación económica. Muchos se esfuerzan por sostener una imagen económica ficticia, lo cual genera presión, culpa, aislamiento e incluso depresión.
Educación financiera vs. cultura de la comparación
Combatir la dismorfia financiera no es solo una cuestión de números, sino de cultura. Necesitamos transformar lo que entendemos por éxito y redefinir lo que es verdaderamente valioso: estabilidad, libertad financiera y bienestar emocional.
Programas de educación financiera desde edades tempranas, como los que impulsa la Condusef, son fundamentales. Pero también lo es tener conversaciones honestas en casa y en los espacios públicos: hablar del dinero sin tabú, sin vergüenza y con conciencia.
¿Cómo combatir la dismorfia financiera?
Dejar de comparar tu vida con lo que otros muestran en redes. Lo visible no es siempre lo real.
Hacer un presupuesto claro y realista. Saber cuánto ganas y cuánto puedes gastar con tranquilidad.
Valorar más la estabilidad que el lujo momentáneo.
Buscar educación financiera de calidad, con enfoque emocional y no solo técnico.
Practicar el autocuidado emocional para no llenar vacíos personales con compras.
En conclusión, la dismorfia financiera es un reflejo moderno de una sociedad que valora más el “parecer que se tiene” que el “vivir en paz con lo que se tiene”. Si queremos construir una cultura económica saludable, debemos dejar de romantizar el gasto y comenzar a normalizar el ahorro, la moderación y la educación financiera, y en un país donde se pronostica apenas un .1% de crecimiento económico, endeudarnos y gastar excesivamente no es una estrategia inteligente, mucho menos si es solo para aparentar un estilo de vida.
Ser financieramente libre no es tener más, sino necesitar menos para estar bien.
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