Defender lo indefendible
- Ivette Del Río
- 28 mar
- 2 Min. de lectura
Columna: Casi todo es otra cosa
Si bien estas líneas no sugieren la inocencia ni culpabilidad del diputado, la decisión de mantener el fuero al exgobernador de Morelos y actual diputado, refleja una preocupante desconexión entre los discursos pro derechos de las mujeres y las acciones concretas de las instituciones.

Para sorpresa de unos cuantos, el aún diputado Cuauhtémoc Blanco la libró. Con posturas uniformes sobre la conservación de su fuero, incluído el apoyo de las mujeres de su bancada y del mismo PRI, el ex gobernador de Morelos ha logrado conservar su puesto y su libertad. Sin embargo su caso ha puesto de manifiesto las tensiones y contradicciones dentro del panorama político mexicano, el PT se separó del bloque gobernante con una dura crítica al encubrimiento de Blanco por parte de sus aliados de Morena y el PVEM; el PRI, localizado en la oposición, ha votado esta vez con el oficialismo.
Si bien estas líneas no sugieren la inocencia ni culpabilidad del diputado, la decisión de mantener el fuero al exgobernador de Morelos y actual diputado, refleja una preocupante desconexión entre los discursos pro derechos de las mujeres y las acciones concretas de las instituciones. Sólo algunas legisladoras de Morena alzaron la voz en contra de la decisión de blindar a Blanco; argumentaron que proteger a un acusado de violencia sexual es incompatible con los principios de justicia y equidad que el partido dice defender. A pesar de su oposición, la mayoría parlamentaria, incluyendo votos del PRI, y el PVEM, decidió no retirar la inmunidad al diputado, permitiéndole evadir temporalmente la acción de la justicia.
Pese a que la Fiscalía de Morelos ha ejecutado una mala carpeta de investigación y ha puesto en evidencia las fallas en el sistema penal, específicamente en denuncias como la que tiene Blanco, este episodio pinta una realidad preocupante: cuando las instituciones priorizan la protección de sus miembros sobre los derechos de las víctimas, se perpetúa un sistema que desestima las denuncias de violencia de género. La falta de acción efectiva en este caso envía un mensaje poco esperanzador a las mujeres que buscan justicia, sugiriendo que las alianzas políticas y los intereses partidistas pesan más que la integridad y el bienestar de las ciudadanas.
La postura de Citlalli Hernández, secretaria de Mujeres de Morena, es un ejemplo de la lucha interna que enfrentan las mujeres dentro de las estructuras políticas, su papel implica abogar por los derechos de las mujeres y cuestionar decisiones que los vulneran. Sin embargo, su voz, al igual que la de otras legisladoras, parece haber sido insuficiente para revertir una decisión que refleja las prioridades de un sistema aún dominado por dinámicas patriarcales.
He sido partidaria de reconocer los avances que se han logrado en la representación política de las mujeres, sin embargo hoy no queda más que decir que la verdadera transformación requiere más que presencia numérica; es esencial una conciencia de género que impregna las decisiones y políticas públicas. Mientras las estructuras de poder continúen desestimando las voces y experiencias de las mujeres, especialmente en casos de violencia de género, la equidad seguirá siendo una meta lejana, y la protección de los derechos de las mujeres seguirán siendo moneda de cambio en cualquier agenda.
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